Los ritos funerarios en la antigua Roma reflejaban no solo las creencias sobre la muerte y la vida después de ella, sino también los valores y estructuras sociales de la época. Estos rituales eran de gran importancia para asegurar el descanso del alma del difunto y para garantizar que este recibiera el respeto adecuado según su posición social. A continuación, exploraremos los elementos clave de los ritos funerarios romanos, desde la preparación del cuerpo hasta las ceremonias y el recuerdo posterior.
ARTÍCULOS RELACIONADOS
Ritos funerarios en la cultura Latinoamericana
Ritos funerarios en la cultura Judía
Ritos funerarios en la cultura Árabe
Ritos funerarios en la cultura India
Ritos funerarios en la cultura China
Preparación del cuerpo
El proceso funerario romano comenzaba inmediatamente después de la muerte. El cuerpo del difunto era colocado en el suelo para simbolizar su retorno a la tierra. Posteriormente, un pariente cercano cerraba los ojos y la boca del fallecido en un acto simbólico de despedida. Este gesto aseguraba que el alma dejara el cuerpo para dirigirse al más allá.
Una vez completado este primer paso, el cuerpo era lavado con agua caliente, ungido con aceites y perfumes, y vestido con su mejor atuendo. En el caso de personas de alto rango, como senadores o generales, se utilizaban vestimentas especiales que reflejaban su posición en la sociedad.
Velatorio y exposición
El velatorio, conocido como collocatio, consistía en exponer el cuerpo en la casa de la familia durante un periodo que podía durar hasta siete días. El difunto era colocado en un lecho funerario decorado, rodeado de flores y objetos simbólicos, mientras los familiares y amigos rendían tributo a su memoria. Durante este tiempo, se realizaban lamentaciones y rituales para honrar al fallecido y acompañar su paso hacia el inframundo.
El tipo de homenaje dependía en gran medida del estatus social de la persona. Los ciudadanos de clase alta contaban con una mayor exhibición pública, mientras que los de menor estatus tenían ceremonias más sencillas y privadas.
El cortejo fúnebre
Uno de los aspectos más importantes de los ritos funerarios romanos era el cortejo fúnebre, o pompa funebris. Esta procesión llevaba el cuerpo desde la casa del fallecido hasta el lugar de su entierro o cremación, y era un evento comunitario que mostraba el respeto hacia el difunto.
El cortejo comenzaba con músicos y plañideras profesionales, contratadas para llorar y lamentarse en voz alta. Estos lamentos, conocidos como neniae, eran considerados esenciales para rendir el homenaje adecuado al fallecido. Detrás de las plañideras caminaban los familiares, amigos y en algunos casos, actores que usaban máscaras para representar a los antepasados del difunto, subrayando la importancia del linaje y la herencia familiar.
En el caso de personas de alto rango, la pompa podía incluir discursos públicos y paradas en lugares significativos de la ciudad.
Cremación y entierro
En la antigua Roma, tanto la cremación como el entierro eran prácticas comunes, dependiendo de las costumbres familiares y las creencias religiosas de la época. Durante los primeros siglos de Roma, el entierro era la forma preferida de disposición del cuerpo. Sin embargo, con el tiempo, la cremación se hizo más popular, especialmente entre las clases altas.
- Cremación: El cuerpo era llevado a una pira funeraria y quemado en una ceremonia solemne. Después de la cremación, las cenizas eran recogidas y colocadas en una urna funeraria, que luego se depositaba en una tumba o columbario, un nicho especialmente destinado para urnas. Las urnas de las familias más ricas eran decoradas con inscripciones y símbolos religiosos.
- Entierro: Aquellos que optaban por el entierro depositaban el cuerpo en una tumba fuera de los límites de la ciudad, ya que las leyes romanas prohibían los entierros dentro de las murallas. Las tumbas solían estar decoradas con epitafios que celebraban la vida del fallecido y sus logros.
Las Feriae Denicales
Después del entierro o la cremación, los familiares del difunto entraban en un periodo de duelo de nueve días, conocido como las feriae denicales. Durante este tiempo, la familia llevaba a cabo sacrificios y ofrendas para purificar la casa y apaciguar el espíritu del fallecido. El noveno día se celebraba una comida conmemorativa, conocida como el cena novendialis, que simbolizaba el cierre del periodo de luto.
Creencias sobre la vida después de la muerte
Los romanos creían en una vida después de la muerte en la que el alma del difunto viajaba al inframundo, gobernado por el dios Plutón (Hades en la mitología griega). Para garantizar que el alma llegara al inframundo de manera segura, los romanos realizaban una serie de rituales destinados a apaciguar a los dioses y asegurar que el espíritu no quedara atrapado entre los vivos.
Uno de estos rituales consistía en colocar una moneda en la boca del difunto, que servía como pago para Caronte, el barquero del río Estigia, quien llevaba las almas al inframundo. Si no se realizaba este pago, se creía que el alma vagaría por el mundo de los vivos.
Tumbas y monumentos
Las tumbas romanas variaban en tamaño y ornamento según la posición social del difunto. Los ricos construían grandes monumentos o mausoleos para conmemorar a sus seres queridos. Estos mausoleos solían estar decorados con relieves que narraban escenas de la vida del fallecido, y a menudo incluían inscripciones conmemorativas.
Por otro lado, los ciudadanos de clase baja o los esclavos liberados eran enterrados en tumbas más sencillas, a menudo en cementerios comunes. A pesar de las diferencias en la pompa y el lujo, todas las tumbas compartían el propósito de honrar la memoria del difunto y de garantizar que su nombre y legado perduraran.
El recuerdo posterior
Después del funeral, las familias romanas seguían honrando a sus difuntos a través de ofrendas regulares y celebraciones conmemorativas, como la Parentalia, un festival dedicado a los muertos, donde los romanos visitaban las tumbas de sus ancestros y realizaban ofrendas de flores, alimentos y vino para honrar su memoria.
Conclusión
Los ritos funerarios en la antigua Roma eran una parte esencial de la vida social y cultural, reflejando no solo la relación de los romanos con la muerte, sino también sus creencias sobre la vida después de ella. Los rituales funerarios variaban según el estatus social y las tradiciones familiares, pero todos compartían el objetivo de asegurar que el difunto fuera recordado y respetado, tanto en la tierra como en el más allá.