En Zaragoza, el Cementerio de Torrero es el más conocido y el que concentra la mayor parte de las actividades relacionadas con el Día de Todos los Santos, incluyendo la representación del Tenorio. Sin embargo, la ciudad cuenta con otros once cementerios, gestionados por juntas vecinales, en colaboración con la Iglesia o cofradías locales, que también guardan la memoria de los fallecidos y poseen sus propias historias y características distintivas. Estos cementerios, surgidos en su mayoría a finales del siglo XVIII por motivos de salubridad, representan importantes elementos del patrimonio cultural y social de Zaragoza.
En este artículo de Funeraria Aragón, os contamos un poco de la historia de los cementerios de la ciudad de Zaragoza, esperamos que este artículo sea de vuestro agrado.
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Cementerio de la Cartuja Baja
El cementerio de la Cartuja Baja es quizás el más conocido después del de Torrero y también uno de los más antiguos, inaugurado cuatro décadas antes. Documentado desde al menos 1791, perteneció inicialmente al Hospital de Nuestra Señora de Gracia (conocido como Provincial) y actualmente es propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza. Situado en la carretera de Castellón, junto a las cocheras de Avanza, es fácilmente reconocible por los altos cipreses que sobresalen tras una tapia. Se planeó inicialmente junto al Canal Imperial, pero Ramón Pignatelli cedió terrenos familiares cerca de la Cartuja de la Concepción para su ubicación. Aquí reposan figuras notables como el alcalde Francisco Caballero y el doctor Félix Cerrada. Sin embargo, todas las tumbas están adquiridas y no hay espacio para una posible ampliación.
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Cementerio de Alfocea
El cementerio de Alfocea está calificado como Bien de Interés Cultural (BIC) debido a su ubicación en un pequeño cerro junto a las ruinas del castillo. Parte de las murallas del castillo, reutilizadas para albergar nichos, ofrecen una estampa singular que podría inspirar a más de un guionista. La fortaleza original formaba parte de la línea defensiva durante la conquista de Zaragoza en 1118 y, tras la muerte de Alfonso I el Batallador, pasó a manos de la Orden del Temple.
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Cementerio de Casetas
Las primeras referencias al cementerio de Casetas datan de 1845, cuando la localidad contaba con apenas 110 vecinos. Con la llegada del ferrocarril, el número de habitantes aumentó y el cementerio original, gestionado por la cofradía del Rosario, se quedó pequeño. Basándose en un proyecto del arquitecto Ricardo Magdalena, el cementerio se trasladó y amplió, y en 1914 se exhumaron los restos del cementerio original para trasladarlos al nuevo.
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Cementerio de Monzalbarba
El cementerio de Monzalbarba aparece en los planos parcelarios de Dionisio Casañal de 1892. Años antes, en 1886, el cura Joaquín Fuertes solicitó al alcalde la construcción de un nuevo cementerio debido a las pésimas condiciones del existente. Gestionado por la cofradía de San Blas, destaca el panteón de la familia Gracia y la sepultura de Felipe Carbonell, con una guirnalda de flores de los escultores Buzzi y Gussoni.
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Cementerio de San Juan de Mozarrifar
Este cementerio, situado detrás de la Ciudad del Transporte, tiene una estela funeraria notable que representa a una mujer arrodillada con una lámpara, diseñada por Regino Borobio. Sus orígenes se remontan a 1728, cuando tenía dimensiones de “10 por 3 varas”, apenas más grande que un corral.
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Cementerios de Barrios Rurales
La mayoría de los cementerios de los barrios rurales de Zaragoza se consagraron hace más de 200 años y fueron gestionados originalmente por cofradías o juntas parroquiales antes de pasar a manos municipales. Un ejemplo destacado es el cementerio de Juslibol, que desde mediados del siglo XIX seguía “corrientes higienistas modernas”. En 1894, siete vecinos se constituyeron en una asociación de ‘cristianos disidentes’ y solicitaron la creación de un cementerio civil, aunque la propuesta quedó sin concretar.
Otros Cementerios
Cementerio de Garrapinillos
Gestionado por la parroquia local, este cementerio depende del Arzobispado.
Cementerios de Movera, Peñaflor, San Gregorio y Villarrapa
Estos cementerios también forman parte del patrimonio funerario de Zaragoza y presentan sus propias peculiaridades históricas y sociales.
Investigación y Patrimonio
El Ayuntamiento de Zaragoza, reconociendo la importancia histórica de estos cementerios, editó el libro Historia de los cementerios de los barrios de Zaragoza, fruto de la investigación de la historiadora del arte Isabel Oliván. Esta obra ofrece detalles curiosos y planos georreferenciados de estos “jardines de recuerdos”, subrayando su valor como parte del patrimonio cultural de la ciudad.
Conclusión
Los once cementerios de Zaragoza, aunque menos conocidos que el de Torrero, son testigos silenciosos de la historia y la evolución social de la ciudad. Cada uno de ellos guarda memorias y relatos únicos, siendo lugares de descanso eterno que reflejan la diversidad y riqueza cultural de Zaragoza. Visitar estos cementerios es una forma de rendir homenaje a los fallecidos y apreciar la herencia histórica que han dejado.